Kahale: «Están cerrando muchos negocios»

El presidente de la Cámara de Comercio de Lomas de Zamora y Presidente de FEBA reconoció que el plan llevado a cabo por el gobierno nacional encabezado por Javier Milei está en su momento «más crítico».

Además, destacó que se necesita «un proyecto para salir de este funcionamiento de la economía que llevaron con la inflación».

El presidente de la Cámara Regional de Comercio e Industria de Lomas de Zamora y presidente de la Federación Económica de Buenos Aires (FEBA) expresó que «hay negocios que cierran pero no tardan en volver a alquilarse con otro rubro y eso es propio de la situación crítica del país que estamos viviendo».

Además, sostuvo: «La inflación a 1, 5 es lo que se jacta el gobierno nacional de que ha bajado en un 200 por ciento a 1, 5 pero a costa de que no hay consumo, no hay empleo, los servicios y las prepagas aumentan». Y añadió: «las Pymes son las que más están sufriendo, la macroeconomia la están manteniendo, vendiendo bonos, con el FMI entregando 2 mil millones de dólares más».

En ese marco, hizo hincapié en la actividad comercial que no está pasando por su mejor momento. A propósito, reconoció que «la situación es crítica no solo en Lomas de Zamora donde también están cerrando muchos comercios, también en todo el Conurbano». Y agregó: «No estamos para nada bien, a lo mejor los formadores de precios no tienen ningún problema, pero el comerciante no le vende al pueblo porque no tiene plata. No hay plata para los trabajadores que se manejan con un sueldo que no les alcanza ni para llegar a mediado de mes”. 

Del mismo modo, precisó que «estamos necesitados de un proyecto para salir de este funcionamiento de la economía que llevaron con la inflación a 1, 2 que provoca que cuando se llega a fin de mes un comerciante paga el alquiler, la luz, los sueldos, las cargas sociales y todos los tributos que paga y se queda sin ganancia entonces tiene que vender los dólares para pagar sueldos y aguinaldos».

Por último, concluyó: «Lomas de Zamora es una ciudad que trata de fomentar los eventos junto a la Secretaría de Cultura y la Municipalidad para evitar la caída de una Pyme o más de un comercio. La idea es reactivar la economía, pero a este ritmo no va a ser sencillo. Se necesita de un modelo de país distinto».

Impacto económico en toda la región 

La crisis económica dejó de ser una curva para transformarse en una meseta estancada y peligrosa. En los centros comerciales del Gran Buenos Aires la caída del consumo ya no se mide en porcentajes sino en billetes que no entran. Desde Avellaneda hasta Moreno, desde Florencio Varela hasta San Martín, los comerciantes coinciden en lo mismo: se vende menos que hace un año, pero con precios más altos, menos stock y más desesperación.

Los locales de ropa, calzado y electrónica trabajan por debajo de sus niveles mínimos de equilibrio. La gastronomía de barrio apenas mantiene una porción del movimiento que solía tener. Las promociones ya no alcanzan: no hay bolsillo que reaccione. En las avenidas comerciales, el flujo peatonal se sostiene, pero la conversión a venta es bajísima. Hay recorrida, hay vidriera, pero no hay ticket. Los alquileres comerciales empiezan a renegociarse a la baja o directamente se devuelven. Muchos locales se sostienen abiertos solo porque los dueños son también los que atienden. Los empleos informales se achican. Las changas se vuelven intermitentes. Y la cadena de pagos está tensionada al límite: los proveedores no estiran plazos y los comerciantes no pueden absorber más aumentos.

En barrios donde el consumo fue históricamente el último refugio ante la crisis, hoy ni siquiera el Día del Padre o los fines de semana salvan el mes. El ajuste llegó con fuerza al conurbano y ya no se trata solo de precios altos, sino de ausencia total de flujo. Las compras semanales se convirtieron en diarias y fragmentadas. En los almacenes, muchos vecinos vuelven a pedir “fiado”, una práctica que había quedado en desuso. En los mayoristas, se compra por unidad. El consumo básico, incluso el alimentario, está en retroceso. La sensación en la calle es simple y brutal: no es que falte plata, es que directamente no entra.